Son tres las mascarillas de Peter Thomas Roth que me han encantado: la de barro descongestiva, la de oro 24k y la de calabaza.
Hoy os menciono la mascarilla que la marca ha sacado como novedad el pasado septiembre.
He tardado mucho en recomendarla por muchos motivos.
Quería ver cómo se comportaba en mi piel durante los nueve meses que me ha llevado terminarla, ya que a veces los productos de lujo no merecen la pena cuando la piel se va acostumbrando o la incorporas a rutinas diferentes.
Se presenta en envase de plástico rígido con 150 ml, una caducidad de 24 meses, lo cual es ideal, y un precio de casi cincuenta euros.
Su textura es sorprendente. Es una pasta negra con textura manteca, casi mousse. Esta textura cuajada puede hacer que te desesperes para eliminarla. Aunque apliques una capa fina debes eliminarla con una toalla empapada en agua tibia y/o bajo la ducha.Es algo que me disgusta un poco.
Su textura se adhiere muy bien sobre la piel limpia y seca. Masajéala sobre la piel para que penetre en los poros.
Es una mascarilla purificante, descongestiva, perfeccionadora e hidratante. Extrañamente cumple todo lo que promete.
Es inodora completamente. Por más que intentes buscarle un olor incluso neutro, no lo percibirás. ¡No huele a nada!
Los efectos iniciales son hidratación y pinchacitos en el área de los poros dilatados o puntos negros. Es curioso cómo sabe tratar zonas con diferentes problemas de la piel al mismo tiempo.
Minimiza los poros, líneas de expresión y descongestiona las pieles estresadas o sofocadas – algo que noté más en mi caso.
Contiene arcilla negra de las marismas irlandesas rica en nutrientes y purificante; algas hijiki que hidratan la piel y arcilla volcánica y carbón activado para drenar toxinas y minimizar imperfecciones.
Si dejas la toalla que retira tu mascarilla a remojo, lo primero que se desprende es el carbón activado sobre el fondo del agua.
La recomiendo de 2 a 3 veces (10-15min) por semana porque así verás cómo normaliza la piel.
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